Soy enfermera.



Tengo 21 años.
Podría decirse que mi vida escolar empezó a los 4, cuando empecé preescolar, aún cuando desde los 9 meses de edad asistía a la guardería. Por lo tanto llevo 17 años estudiando algo.

Cuando eres pequeño no piensas para qué estudias; tienes que ir a la escuela porque eres un niño y esa es tu obligación.
Luego, un poco más adelante, sabes que tienes que estudiar para cuando seas mayor. Todos los niños se plantean qué quieren hacer y aunque muchas veces los sueños son por bastante irrealistas (¿astronauta?) sabes que tienes que soportar todas las horas muertas en clase para poder trabajar de mayor.
Ya cuando llega bachillerato es cuando entra realmente la presión. Tienes pensado estudiar una carrera y, o sacas suficientemente bien tus estudios, o ves peligrar tu futuro.

Contando esto quiero hacer ver cómo es la vida de una persona a los 21 años.
Me he pasado toda mi vida estudiando para alcanzar algo. Mi meta siempre ha sido terminar una carrera, tener unos estudios que me permitieran valerme por mi misma en el futuro; y si bien en estos ultimos años ya había empezado a ver más alla del horizonte (despues de estudiar viene trabajar), no por eso dejaba de pensar que lo primordial era terminar.

Y por fin he terminado. Los sentimientos son contradictorios, fiel reflejo de una etapa ambivalente en mi vida.
El cambio desde luego no es brusco, pero si notorio. Despues de tantos años de estudios, despues de tantos años persiguiendo un objetivo, una vez conseguido parece irreal.

Me toca despedirme de una etapa de mi vida en la que estudiar era lo primordial y en la que todo giraba entorno a las clases, para empezar otra.
Dejo atrás los libros y, con mucho miedo por lo que viene, me agarro a lo poco que puedo ver del mundo de los adultos.
Salidas laborales, salarios, horarios, trabajo a fin de cuentas.

Echaré de menos las horas muertas de clase, el ajetreo de los alumnos al terminar el día, las charlas con los amigos en los descansos.
Pero me espera algo maravilloso, y espero igual de gratificante.

Ahora puedo decirlo; soy enfermera. Se acabó poner "de profesión: estudiante" y pensar que no soy capaz de valerme por mi misma.
Adios a los trabajos de fines de semana "para los gastos" y bienvenidos los trabajos "para vivir".

No se cómo viven los demás esta etapa, si se dan cuenta de su repercusión real o si soy yo la más excentrica del mundo.
Lo único que se es que soy feliz, y con eso es suficiente.